martes, 30 de junio de 2015

Boppard - Bingen - Worms - 30 años esperando para un abrazo

Andreas nos dejo en la ciudad de Boppard por la mañana temprano. Decidimos hacer dedo a las barcazas del Rhin como hizo Patrick Leigh Fermor pero resultó difícil sumado al mal clima. Así que seguimos caminando hacia el sur.
Esta parte es conocida como El valle Superior del Medio Rhin o también Rhin Romántico dado que muchos escritores recorrían la belleza de los paisajes en busca de inspiración.
Un lugar especial de este lugar se llama la roca de Loreley y es un risco de 120 metros con una fuerte pendiente, es una zona de aguas poco profundas y en el curso de los siglos muchos marineros especialmente los desprevenidos han perdido su vida. Recordé un viejo tema de Scorpions llamado Loreley. 
Unos kilómetros más adelante nos encontramos con la Torre de los Ratones (Maüsethurm) Victor Hugo la describió perfectamente:

Torre de los ratones

Desde que había empezado a anochecer, sólo tenía un pensamiento. Sabía que, antes de llegar a Bingen, un poco antes de la confluencia con el Nahe, encontraría un extraño edificio, una lúgubre morada ruinosa, de pie entre los juncos, en medio del río y entre dos altas montañas. Aquella morada ruinosa era la Maüsethurm.

Cuando era niño, por encima de mi cama tenía un pequeño cuadro rodeado de un marco negro que no sé qué criada alemana había colgado en la pared. Representaba una vieja torre aislada, enmohecida, destartalada, rodeada de aguas profundas y oscuras que la cubrían de vapores, y de montañas que la cubrían de sombras. El cielo por encima de aquella torre era sombrío y cubierto de nubes horrendas.

Por la noche, después de haber rezado a Dios y antes de dormirme, miraba siempre aquel cuadro. Lo volvía a ver en mis sueños y me parecía terrible. La torre aumentaba, el agua hervía, un relámpago caía de las nubes, el viento soplaba en las montañas y, por momentos, parecía lanzar clamores. Un día le pregunté a la criada cómo se llamaba aquella torre. Santiguándose, me respondió que se llamaba la Maüsethurm. Y luego me contó una historia. Que en otros tiempos, en Maguncia, en su país, había habido un malvado arzobispo llamado Hatto, que era también abad de Fuld, sacerdote avaro, según ella, que «abría la mano más para bendecir que para dar». Que un mal año compró todo el trigo de las cosechas para revendérselo muy caro al pueblo, pues aquel cura quería ser muy rico. La hambruna fue tal que los campesinos morían de hambre en los pueblos del Rin. Que entonces el pueblo se reunió alrededor del burgo de Maguncia, llorando y solicitando pan. Que el arzobispo se lo negó.

En este punto, la historia se hacía terrible. El pueblo hambriento no se dispersaba y seguía rodeando el palacio del arzobispo, gimiendo. Hatto, enojado, hizo rodear aquellas pobres gentes por sus arqueros que detuvieron a hombres y mujeres, ancianos y niños, y los encerraron en un troje al que prendieron fuego. Fue, añadía la vieja criada, «un espectáculo ante el que hasta las piedras habrían llorado» pero Hatto no hizo sino reír; y cuando aquellos desgraciados, expirando entre las llamas, lanzaban gritos lamentables, éste dijo: «¿Estáis oyendo a las ratas silbar?»

Al día siguiente, del troje fatal sólo quedaban cenizas; no había nadie en Maguncia; la ciudad parecía muerta y desierta cuando, de repente, una multitud de ratas, que pululaban en el troje quemado como los gusanos en las úlceras de Asuero, salían de debajo de la tierra, surgían de entre las losas, salían por las grietas de los muros, renacían bajo el pie que las aplastaba, se multiplicaban bajo las piedras y bajo las mazas, e inundaron las calles, la ciudadela, el palacio, los sótanos, las salas y las alcobas. Era un azote, una plaga, un repugnante hormigueo.

Fuera de sí, Hatto abandonó Maguncia y huyó hacia la llanura pero las ratas lo siguieron; corrió a refugiarse en Bingen que tenía altas murallas, pero las ratas pasaron por encima de las murallas y entraron en Bingen. Entonces el arzobispo mandó construir una torre en medio del Rin y se refugió en ella con la ayuda de una barca alrededor de la cual diez arqueros golpeaban el agua; las ratas se arrojaron al agua, cruzaron el Rin, treparon por la torre, royeron las puertas, el tejado, las ventanas, los techos, los suelos y, llegadas por fin a la mazmorra en la que el miserable arzobispo se había escondido, lo devoraron vivo.

Ahora la maldición del cielo y el horror de los hombres pesan sobre esta torre llamada Maüsethurm. Está desierta, en ruinas en medio del río y, a veces, por la noche, se ve salir de ella un extraño vapor rojizo que parece el humo de una hoguera, pero es el alma de Hatto que regresa.

¿Han observado ustedes algo? La historia es en ocasiones inmoral, los cuentos son siempre honestos, morales y virtuosos. En la historia el más fuerte prospera, los tiranos triunfan, los verdugos gozan de buena salud, los monstruos engordan, los Sila se transforman en buenos burgueses, los Luis XI y los Cromwell mueren en su cama. En los cuentos el infierno es siempre visible. No hay falta que no tenga su castigo a veces incluso exagerado; no hay crimen que no traiga tras de sí un suplicio con frecuencia espantoso; no hay malvado que no se convierta en un desgraciado a veces digno de lástima. Eso ocurre porque la historia se mueve en lo infinito y el cuento en lo finito. El hombre, que hace el cuento, no se siente con derecho a exponer los hechos y dejar suponer las consecuencias de los mismos; porque palpa en la oscuridad, no está seguro de nada, necesita acotarlo todo por medio de una enseñanza, un consejo y una lección; y no se atrevería a inventar acontecimientos sin conclusión inmediata. Dios, que hace la historia, muestra lo que quiere y conoce el resto.

Maüsethurm es un término cómodo. Se ve en él lo que se quiere ver. Hay espíritus que se consideran positivos -y que no son sino áridos-, que expulsan de todo la poesía, y están siempre dispuestos a decirle, como aquel hombre positivo al ruiseñor: «¡Quieres callarte, maldito animal!» Este tipo de mentes explican que la palabra Maüsethurm viene de maus o mauth, que significa peaje. Declaran que en el siglo X, antes de que se ensanchara el cauce del río, el paso del Rin sólo estaba abierto por la orilla izquierda y que la ciudad de Bingen había establecido por medio de esta torre su derecho de fielato sobre los barcos. Se apoyan en que aún hay cerca de Estrasburgo dos torres parecidas dedicadas a la percepción de impuestos sobre los transeúntes, que también se llaman Maüsethurm. Para estos graves pensadores inaccesibles a las fábulas, la torre maldita es una puerta de consumos y Hatto un portalero o aduanero.

Para las gentes sencillas, entre las que me incluyo gustoso, Maüsethurm procede de maüse, que viene de mus y significa rata. Esa supuesta puerta de consumos es la torre de las ratas, y el aduanero un espectro.

Después de todo, las dos opiniones podrían conciliarse. No es absolutamente imposible que hacia el siglo XVI o el XVII, después de Lutero, después de Erasmo, los bugomaestres incrédulos hubieran utilizado la torre de Hatto y hubieran instalado provisionalmente alguna tasa y algún peaje en aquella ruina de mala fama. ¿Por qué no? Roma hizo del templo de Antonino su aduana, su dogana. Lo que Roma hizo respecto a la historia, Bingen pudo hacerlo respecto a la leyenda. Así, mauth tendría razón y maüse no estaría equivocada.

Sea como fuere, desde que la vieja criada me narró el cuento de Hatto, la Maüsethurm había sido una de las visiones habituales de mi espíritu. Ya saben, no hay hombre que no tenga sus fantasmas, como no hay hombre que no tenga sus quimeras. Por la noche pertenecemos a los sueños; a veces los atraviesa un rayo de sol, a veces lo hace una llama; y según el reflejo colorante, el mismo sueño es una gloria celestial o una aparición del infierno. Efecto de luz de Bengala que se produce en la imaginación.

Yo debo reconocer que la torre de las ratas, en medio de su charca de agua, siempre me pareció horrible. Por lo que -¿me atreveré a confesarlo?- cuando el azar, que me pasea a su antojo, me condujo a orillas del Rin, el primer pensamiento que se me ocurrió no fue que vería la cúpula de Maguncia, o la catedral de Colonia o el Palatinado, sino que podría visitar la torre de las ratas.

Víctor Hugo 

Dormimos cerca de Bingen en un bosquecito para cubrirnos de la lluvia. Llovió toda la noche.
El Rhin en esta zona dobla en un gran ángulo con destino a Maguncia, nosotros decidimos acortar camino y dejamos de seguir el río para avanzar hacia el sur. Al despertar caminamos todo el día y acampamos muy tarde junto a la ruta debajo de unos árboles, por la mañana el sol nos despertó y por suerte el buen clima nos acompañó hasta Worms.
Llegamos temprano a Worms y visitamos el cementerio judío mas viejo de Europa que data del año 1040. Muchas lápidas tenían pequeñas piedras y según lo que me comentó kike significa que la piedra es un símbolo de la vida más allá de la muerte. En vez de utilizar flores que se marchitan usan piedras que parecen eternas. Además vimos lápidas con dos manos y preguntamos a un visitante que le sacaba fotos y nos comentó que eran descendientes directos varones de Aarón que según la Biblia es el hermano de Moisés. Se llaman las manos de Cohen.
Luego visitamos una antigua Sinagoga y nos fuimos a recorrer la Catedral de San Pedro.
Worms es el escenario de la historia de Sigfrido y El Anillo de los Nibelungos. Junto al Río esta la estatua de Hagen arrojando el tesoro. Leímos que aún lo buscan.
Hace unos días se comunicó con nosotros uno de mis mejores compañeros del Liceo que hace 30 años que no lo veo. Richard vive cerca de Karlsruhe, Alemania, y se ofreció gentilmente a buscarnos en Worms, alojarnos en su casa unos días, para luego dejarnos en algún lugar y así no alterar nuestro recorrido. En seguida le dijimos que si y nuestro viaje hizo un viraje como el Rhin. 




Visitando la Sinagoga - kippa en la cabeza



Cementerio Judío en Worms - Piedras en la lápida



Manos de Cohen



Risco de Loreley - Foto de internet




Ciudad de Worms - Lugar de la leyenda del Anillo de los Nibelungos




Catedral de Worms



3 comentarios:

  1. Gracias chicos x referenciar las fotos. Dios los siga bendiciendo! ! y María los guarde! !!

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  2. Los extrañaba, gracias por tan bellas referencias y fotos, el cementerio Judío me recordó al de Praga, todo piedra una sobre otra . Que Dios y la Virgen los protejas, SIGAMOS A DIOS CAMINAMOS EN PAZ besos de ma



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  3. Super interesante la historia de la Torre de los ratones, gracias por compartir! y como siempre buen viaje y feliz reencuentro :)

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